Dice Belisario Roldán en una de sus poesías: "En un caos que aterra/ la hoz de la guerra/ sin ley ni cuartel/ segando las vidas, agosta el vergel/en todo el confín..." Así se conformó la historia de la humanidad desde Caín y Abel hasta nuestros días. Actualmente, los tambores de guerra están redoblando más fuerte que nunca, con un peligro generalizado para todo el mundo, nadie va a quedar excluido. El hombre, ese ser violento por naturaleza, la esgrimió desde siempre como pretexto para saciar sus ambiciones, tuviera o no tuviera razón y si no la tuvo, la inventó. Utilizó en cada época, las armas más sofisticadas, sin importarle el precio en vidas que debía pagar, lo importante era vencer. La guerra, ese cuarto Jinete del Apocalipsis, es el peor de los flagelos que puede azotar a la raza humana. ¿Por qué? Porque no gana quien tiene la razón, sino la fuerza, porque se sabe cuando empieza, pero nunca cuándo termina, porque destruye vidas inocentes y patrimonios culturales maravillosos, porque genera pobreza, desocupación, hambre, enfermedades y también, odios eternos. Solicito a todos, cada uno dentro de su credo, que unamos nuestras voces en ese pedido que brota desde el fondo de los corazones, para que esta nueva locura no se lleve a cabo. Recuerdo que mi abuela paterna, cuando me bendecía, solía decirme: "Que tus ojos nunca vean la guerra". Ojalá, la bendición de ella nacida de su amor, nos alcance a todos.

Silvia Neme de Mejail
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